Pequeñas historias del Metro de Madrid
- Vive Madrid
- 18 may 2021
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 19 may 2021
Por Daniel Nieto Gonzalo

Cartel de radio | La Razón
El Metro de Madrid cumplió en 2019 sus primeros 100 años de historia, siendo inaugurado un 17 de octubre de 1919 por el rey Alfonso XIII, tras dos años de obras. La primera línea que comenzó a funcionar solo constaba de ocho paradas, siendo estas Cuatro Caminos, Ríos Rosas, Iglesia, Chamberí, Bilbao, Tribunal, Gran Vía y Sol; estaciones que, a excepción de Chamberí convertida hoy en museo-estación, siguen funcionando pleno rendimiento. El hecho es que, tras 100 años de historia, esconde diversas anécdotas entre sus paredes.
Y es que la historia nos pasa por delante de las narices cada vez que viajamos entre Iglesia y Bilbao, pudiendo observar la estación fantasma de Chamberí, la cual además puede ser visitada de forma gratuita. La imposibilidad de crear andenes más espaciosos para los nuevos trenes la dejó en desuso, dando lugar a una nueva pieza de la historia de Madrid en el año 2008, cuando quedó convertida en museo tras una restauración.
Otros recovecos de la historia madrileña pueden atisbarse también en la estación de Bilbao, en la cual durante los trabajos de restauración quedó al descubierto y se restauró -durante dos meses- una antigua hornacina de azulejos, ubicada en uno de los pasillos de la estación que conduce a la línea 1, que además conservaba un anuncio de “Radio Seguro”, originario de 1919, año de fundación del metro. De hecho, aún se pueden leer los números de teléfono del anuncio y se distingue hasta el más mínimo detalle.
El anuncio se encontró al retirar los restos de un quiosco y se restauró basándose en la documentación histórica de la época. Además, también se han colocado anuncios y recortes de periódico de la época, junto con fotografías, en vías de acercar al transeúnte madrileño a los entresijos de la historia de la centenaria estación.

Cartel del metro de Bilbao previo a la restauración | Websaber
Contra la claustrofobia, azulejos. Así es. El diseño plagado de azulejos blancos, además de ser un material ignífugo e impermeable, sencillo de mantener y barato, permitía aprovechar la poca luz que daban las débiles bombillas de la época, iluminando de mucha mejor manera el espacio y evitar la claustrofobia que podía tener a los pasajeros que entraban por primera vez en un transporte subterráneo, lo cual para la época era algo muy poco habitual.
Daba una apariencia mucho más grande y luminosa que la real, una ilusión óptica que logró embelesar a los viajeros primerizos. Además, cabe recalcar que los vestíbulos contaban con lucernarios que permitían que la luz natural se introdujese por los pasillos y evitasen que estos se consumieran por la oscuridad como si ocurría en los andenes.
Tanta importancia tuvieron los azulejos que se estandarizaron y a día de hoy son conocidos como “azulejos metro”.
Una última curiosidad remarcable es la inclusión laboral que les dio a las mujeres del siglo XX. Y es que junto con Telefónica, el Metro de Madrid fueron de las primeras empresas que decidieron crear una categoría de trabajo especial para las mujeres, quienes en el metro cumplían la labor de taquilleras y revisoras. Eso sí, las trabajadoras tenían que cumplir el requisito de ser solteras o viudas, ya que por ley se estipulaba que, una vez casada, el trabajo de una mujer debía ser cuidar de su familia y ningún otro adjunto, al menos hasta los años 80.
Con el tiempo se les fue aceptando en nuevas funciones, hasta que en 1983 Estrella Aranda se convirtió en la primera mujer maquinista. En la convocatoria de examen de ese año, ella y todas sus compañeras fueron vetadas sin saber por qué. Tras una reclamación por parte del comité de empresa, volvieron a admitirlas y Aranda pasó el examen final haciendo historia, dentro de un pedazo de la vida de la ciudad.

Trabajadora del metro de Madrid | eldiario.es
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